RAEM

Dr. León Alfredo Schurman

Autor/es: Hugo Fideleff
Dr. León Alfredo Schurman

Cuando uno asume la triste y dolorosa tarea de recordar a un ser querido, como es lógico, resume sus logros, su trayectoria y sus virtudes. Pero permítanme que yo recuerde al gran amigo que fue durante 61 años, con el que me gustaría estar charlando en un bar –él con su tecito, solo excepcionalmente tomaba café– recordando tanto camino transitado juntos en la endocrinología y en la vida.
Con Cito nos conocimos allá por el año 1961. Él era el “menor” de la guardia del Hospital Vélez Sarsfield (el “hospitalito”) y yo recién entrado era autorizado a cruzarme a la pequeña plaza de enfrente a encontrarme con Beatriz, mi futura mujer, para charlar y hacer más llevaderas las 24 horas.
La vida nos llevó por caminos diversos. Cito se quedó en Buenos Aires, donde se constituyó en un gran médico de barrio, eficiente, solidario y siempre dispuesto a curar y acompañar a los pacientes en sus afecciones clínicas y endocrinológicas. Yo me fui a París para entrenarme en endocrinología pediátrica durante 3 años. Cuando regresé, nos reencontramos en una fría noche de junio en la Asociación Médica Argentina, donde la SAEM hacía sus reuniones científicas por aquella época en ausencia de una sede propia.
A partir de ese momento, retomamos nuestros encuentros periódicos y transitamos, cada uno dentro de nuestras subespecialidades, los caminos de la endocrinología desde el punto de vista asistencial, científico, institucional, docente y de investigación.
Lo acompañé en su tarea como uno de los fundadores de la FASEN y en tantos momentos compartidos para concretarla con Carlos Corcoba, Zamudio, Isaac Sinay y otros. Corcoba con su whisky, Zamudio, Isaac y yo con nuestro vino, Cito con su clásico tecito.
Integró su primera Comisión Directiva y fue su presidente entre 1989 y 1991, logrando amalgamarla y fortalecerla.
Compartí con Cito numerosos eventos endocrinológicos en el país, Europa y Estados Unidos, donde él dio numerosos relatos, presentó trabajos de investigación y coordinó simposios y conferencias.
Fue, además, presidente de SAEM, miembro activo de la Federación Panamericana de Endocrinología y de la Sociedad Internacional de la especialidad; organizó congresos nacionales y fue un gran docente y jefe de servicio del hospital Haedo.
Sus discípulos seguramente lo recuerdan no solo por su claridad docente sino también porque, en cierta medida y a su modo, introducía cual Sócrates un intercambio mayéutico que le permitía a ellos descubrir sus conocimientos y vocaciones.
También contribuyó a la formación del Comité de Recertificación en endocrinología (CREM), el cual integró desde su creación hasta que súbitos cambios implementados lo modificaron. Yo tuve el placer de compartir con Cito esa tarea y aprender de su ejecutividad, serenidad y ecuanimidad.
En los últimos años, constituimos con Cito, Inés, Beatriz, Oscar Levalle y Claudia un grupo de gran amistad, con charlas compartidas, gastronomías diversas y buenos vinos; para Cito solo té, aunque finalmente logramos que mojara los labios para un brindis.
No prolongaré más estas líneas, que solo brevemente describen a la gran persona que fue como médico, endocrinólogo, investigador, docente y amigo. Tal vez correspondería decir como aquellos gladiadores dirigiéndose al César: Morituri te salutant, pero, en realidad, me gustaría estar con Cito en algún café de algún lugar hablando de nuestros hijos, nietos y de la vida, y preguntarle: Cito, ¿querés otro té?

REV ARGENT ENDOCRINOL METAB.

Dr. León Alfredo Schurman

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