Hereñú, Milka *; Gabriele, V. **; Mercado, P. ***; de Eztala, Amalia ***; Bernatené, D. °; Sartorio, G. °° y Niepomniszcze, H. °°°*
Un total de 783 alumnos de escolaridad primaria, de ambos sexos, fue estudiado en este monitoreo de bocio endémico en tres localidades del Sur de la Provincia de Mendoza: San Rafael (209 niños), Villa 25 de Mayo (152) y General Alvear (422). La edad de los escolares osciló entre 6 y 16 años. La palpación tiroidea fue hecha por el conjunto de los médicos participantes. Sin embargo, con la finalidad de aunar criterios con lo realizado previamente 1-6, se tomó como única referencia la palpación de H.N., que se llevó a cabo en la totalidad de los niños estudiados. La definición del grado de bocio fue similar a la utilizada en los otros relevamientos 1. Se determinó la yoduria en muestras casuales de orina emitidas por los niños una vez que fueron palpados (183 de San Rafael, 147 de Villa 25 de Mayo y 196 de General Alvear). Se midió también el contenido de yodo en 179 muestras de sal de consumo hogareño de San Rafael, en 62 de Villa 25 de Mayo y en 408 de General Alvear. El examen palpatorio de los niños reveló solamente la existencia de bocio grado 1. La prevalencia de bocio fue diferente de acuerdo a la zona evaluada. Así, en la ciudad de San Rafael el porcentaje fue de 5,2%, indicando un insignificante grado de endemia, al igual que en General Alvear, que fue del 5,7%. Sin embargo, en la Villa 25 de Mayo, zona aledaña a la cuenca más importante de uranio de Sudamérica (Sierra Pintada), la frecuencia de bocio fue del 8,5%. Los niveles de yoduria tuvieron, en General Alvear, una x de 115±80(DS)mg/L y una mediana de 105mg/L; mientras que en San Rafael la x fue de 108±149(DS)mg/L y la mediana de 79mg/L. En la Villa 25 de Mayo la x fue 114±74(DS)mg/L y la mediana 94mg/L. El contenido de yodo de las sales, que los niños trajeron de sus hogares, mostró una x de 21,3mg/kg en General Alvear, 18,2mg/kg en San Rafael y 14,9mg/kg en la Villa 25 de Mayo. Algunas de las marcas de sal tenían una muy alta proporción de muestras cuyo contenido yódico era menor de 15mg/kg. Sin embargo, no se encontraron diferencias en las yodurias de los escolares con o sin bocio, pero sí con el tipo de sal consumida. Por estos resultados, se deduce que en las localidades estudiadas no existiría actualmente un marcado déficit de yodo, a pesar de la pobre presencia de este halógeno en muchas de las sales analizadas y también por las medianas menores a 100mg/L, observadas al medir las yodurias de San Rafael y Villa 25 de Mayo. Una encuesta nutricional fue negativa para encontrar factores alimentarios que pudieran contener bociógenos, incluyendo el agua de bebida que era de red. Concluimos que no hay bocio endémico en San Rafael y General Alvear, aunque persiste una endemia leve en la Villa 25 de Mayo. Tal vez, esta mayor prevalencia de bocio esté relacionada con el pauperismo de la mayoría de los niños evaluados, que habitualmente se asocia a carencias alimentarias. De cualquier manera, no debería descartarse la posibilidad que la estrecha cercanía geográfica a los yacimientos de uranio pudiera contribuir a la leve endemia observada en la población escolar de Villa 25 de Mayo.