Silva-Croome MC, Niepomniszcze H.
Tercera Parte:
Establecimos para nosotros un programa de trabajo muy arduo. Llegábamos al laboratorio alrededor de las 8 de la mañana y enseguida comenzábamos con las captaciones, la distribución de las muestras de orina en alícuotas, entrevistábamos a nuevos pacientes para incorporarlos al protocolo, obteníamos muestras de sangre, saludábamos y hablábamos con nuestros visitantes y trabajábamos sobre la pila de datos que se acumulaban rápidamente. Desarrollamos un tipo de almuerzos rápidos para evitar el relajamiento y modorra postprandial.
Volvíamos al hotel alrededor de las seis de la tarde, cenábamos temprano y luego dedicábamos la mayoría de las noches a trabajar sobre los datos obtenidos y a planificar nuevas observaciones.
Tuvimos un flujo permanente de visitantes. De Montevideo vineron Cerviño, Mussio-Fournier y Morato, que luego viajó a Boston para estar en nuestra clínica; Reforzo y muchos otros. Nuestras actividades fueron frecuentemente recopiladas por un excelente periódico local, Los Andes, y de vez en cuando por la prensa nacional de Buenos Aires.
La cooperación de los sujetos seleccionados para los estudios fue óptima. Muchas veces se les pidió que recojan orina por varios días y muy raramente dudamos de que no lo hubieran hecho correctamente. Va r i o s pacientes tuvieron que volver diariamente para mediciones secuenciadas. La novedad del emprendimiento, la cobertura periodística y el conocimiento de que nuestra tarea era patrocinada y sancionada por el gobierno contribuyó, sin duda alguna, a la confianza que los pacientes depositaron sobre nuestros protocolos experimentales.
Nosotros arribamos a Mendoza con una serie de planes básicos de estudios, pero muchos otros fueron desarrollados durante el curso de nuestra estadía, en base a los hallazgos que adicionalmente surgieron de algunas líneas de observación. Entre ellos, estuvieron las mediciones de la captación y «turnover» de yodo, los efectos de suplementos yódicos, durante tiempos cortos y largos, sobre la función de la glándula tiroides y el balance de yodo, asi como los efectos de la suplementación con tiroxina y algunas mediciones en cretinos. Los conteos de radioyodo estuvieron ensamblados con los ensayos de excreción de yodo estable.
Hemos trabajado duro, pero no todo el tiempo. Las cenas fueron, generalmente, un intercambio placentero con amigos. Ocasionalmente tuvimos fiestas que nos brindaron la posibilidad de gozar de la música y la danza folclórica regional, de los asados, de visitas a lugares como Potrerillos y, en numerosas oportunidades, de probar los vinos más finos directamente desde las cubas de las bodegas que hicieron famosa a Mendoza, tales como Trapiche y Tupungato.
Cuando la recolección de datos llegó a su fin, nos juntamos con un grupo de funcionarios del gobierno local y de la Universidad y nos fuimos de visita por tres días a Bariloche en avión, donde, a pesar de copiosas lluvias, vimos hermosos lagos, vegetación y montañas. Allí tuvimos un almuerzo con el controvertido Dr. Richter, quien era el director de la investigación nuclear en Argentina e insinuaba, en forma poco clara, estar perfeccionando un proceso totalmente nuevo para la fusión atómica. Aquellos de nosotros, que luego fuimos a Buenos Aires, no olvidaremos nunca la caída hacia la superficie del lago del avión sobrecargado una vez que despegó de la pista, ni tampoco la puerta que se abrió en la mitad del vuelo, mientras cruzábamos el desierto patagónico, que nos hizo temer por nuestros datos y las miles de muestras de orina que llevábamos.