Silva-Croome MC, Niepomniszcze H.
Conferencia dictada por el Prof. Dr. John B. Stanbur y en homenaje a la memoria del Prof. Dr. Héctor Perinetti
Cuarta Parte (penúltimo capítulo):
Una ronda de reuniones y recepciones marcaron nuestra estadía en Buenos Aires. Visitamos el laboratorio de Bernardo Houssay, quien para ese entonces se había convertido en un habitante en desgracia, y donde Luis Leloir forjaba los cimientos que lo llevaron a ganar el Premio Nobel unos años después. Houssay nos agasajó con un almuerzo y nos dio un panorama gráfico de las dificultades que la ciencia médica padecía con el clima político de esos tiempos. También tuvimos una larga reunión con Juan Perón, cuya esposa recién había caído enferma. Cualquiera sean las diferencias que uno pudiera haber tenido con su visión política, era imposible negar la fuerza de su personalidad.
Pasaron meses después de nuestro retorno a Boston antes que se completaran los ensayos de laboratorio y que los datos fueran totalmente analizados. Se escribió una comunicación breve y luego, en 1954, se publicó una monografía describiendo los hallazgos (Stanbury, J.B.; Brownell, G.L.; Riggs, D.S.; Perinetti, H.; Itoiz, J.; Del Castillo, E.B.: Endemic Goiter, The Adaptation of Man to Iodine Deficiency, Harvard University Press, 1954). El subtítulo de ese volumen, “La Adaptación del Hombre a la Deficiencia de Yodo”, enmarcó los resultados. Éstos incluyeron una rápida captación y recambio de yodo, una gran variación en el contenido glandular del mismo, un ajuste modulado a los cambios en el aporte de yodo, dependencia de la actividad tiroidea a la tirotrofina y respuesta de la actividad a la administración de yodo hormonal tiroideo, así como la acumulación y depósito cuando el yodo quedó disponible, y ausencia de un rol de los riñones para ajustar los cambios en el aporte yódico. Se construyeron modelos cinéticos de la función tiroidea y del metabolismo del yodo y se probaron con los datos obtenidos. Si bien no hubo evidencias que otras causas, aparte de la deficiencia de yodo, hayan tenido alguna participación, no se descartó la posibilidad que otros factores hubiesen estado también involucrados.
Fueron sugeridas muchas alternativas para observaciones adicionales.
Dos personas jugaron un papel crucial en esta investigación. Héctor Perinetti hizo que este emprendimiento fuese posible. El proveyó las áreas de trabajo en el Hospital Central, encontró y motivó a los pacientes, se ocupó de nuestras necesidades, buscó nuestro confort y también nos escudó de los excesivos visitantes. Nunca rehusó a ningún requerimiento nuestro, aunque pareciese poco razonable. Compartió la planificación y la ejecución de muchas observaciones. Nosotros fuimos colegas e íntimos amigos, y él conserva en nuestra memoria un muy cálido lugar.
Howard Means tuvo un rol de apoyo. El hizo los arreglos para el financiamiento y para que los investigadores norteamericanos obtuviesen la licencia para poder viajar. En años posteriores él frecuentemente aludía a la importancia de la cooperación internacional en las ciencias médicas, y citaba la experiencia de Mendoza como un ejemplo de lo que se debía hacer. Fue generoso hasta el cansancio, siempre minimizando cualquier contribución propia. Un evento feliz fue su visita a Mendoza en 1964, cuando vió el lugar del proyecto y renovó sus vínculos con Perinetti, recibiendo con gran satisfacción el título de Miembro Honorario de la Universidad de Cuyo. Uno de los hitos de aquel viaje fue un asado en la finca de Perinetti al sur de la Ciudad de Mendoza ante la vista magnífica del Cerro del Plata.
CONTINUARÁ